Mr. Monoblock is back…
por Alejandro Rossette
Regresé. Me tomé unas vacaciones del tipo “espiritual”. No salí de la ciudad y sin embargo encontré todo totalmente distinto. No es cuestión de las circunstancias, todo está en la actitud mental. ¿Qué me ayudó? La música. Irremediablemente mi vida esta ligada a ella, no vivo por ella, soy uno con ella.
Energía. La siento cuando camino por la calle mientras canto “Jumpin´ Jack Flash” (The Rolling Stones). Lo hago y me siento, en palabras de mi abuela, “La Chucha Cuerera”. Es tomar energía de todo, transformarla y devolverla al lugar del que la tomamos. Lejos de una invitación a la arrogancia, es asumir lo que eres y darte el valor. ¡Créetela!
Tranquilidad. Antonio Carlos Jobim por las noches. Bossa-nova para descansar al final del día o Jazz para reflexionar en un café por las tardes. Me encanta pedir un “Frapuccino mocha venti sin crema batida”, me siento como James Bond y su “Vodka martini agitado, no revuelto”. Tranquilidad para reflexionar y crear. Sólo mientras estás tranquilo puedes hacer una introspección de tu vida, acompañado de unos cigarros y un delicioso expresso.
Alegría. El chill-out comienza a tomar fuerza como género musical, independizándose de la “electrónica”. Para una plática con amigos que hace tiempo no veías, una cena o, como hago yo, para relajarme sin perder conciencia y quedarme dormido. Beats ralentizados y melódicos que son capaces de crear un excelente ambiente, imaginar tu propio mundo y dejar las cosas a lado por unos instantes.
Armonía. Hace algunos años, un científico japonés realizó experimentos con música, palabras y hielo. Los cristales formados variaban según el género musical al que era expuesto el líquido. Él descubrió que el agua reacciona a las ondas sonoras, sin importar su origen y siendo perceptibles o no al oído humano. Ahora, si tomamos en cuenta que nosotros estamos constituidos, aproximadamente, por agua en un 70%, ¿Qué pasará con nosotros?
Semanas antes de saber esto, llegó a mis manos por “causalidad” (no confundir con “casualidad”) un CD de cantos tibetanos. Al escucharlo me sentí conectado y en armonía con un Todo. Puedes reconocer como todo tu ser se encuentra en equilibrio, el cauce natural del Universo. Estupideces o no, lo cierto es qué después de escuchar los cánticos la energía cambia y la actitud también.
Riesgo. Conocer gente nueva, hacer cosas que normalmente no hacíamos. Aceptar compromisos y explotar nuestra caja de creencias. Salir de nuestra “cama”, o zona de confort, requiere mucho valor. Requiere también de música con fuerza. AC/DC, Soundgarden, Jimi Hendrix, Weezer y T. Rex son algunas sugerencias. Intérpretes disímbolos pero llenos de potentes riffs que invitan a la aventura. Escalas pentatónicas que te llaman e impulsan a brincar sin saber donde caeremos. Ese es el riesgo.
Conciencia. Todos somos parte del Universo. John Milton, autor inglés de la época victoriana, afirmó que “Ningún hombre es una isla”. Tiene razón. “La energía generada por el aleteo de una mariposa en América aumentará exponencialmente hasta iniciar un tifón en el otro lado del mundo”, indica la teoría del Caos.
Conciencia implica saber que nuestras acciones, palabras y pensamientos no son hechos aislados. Son como piedras que arrojas a un lago, las ondas crecen y trascienden. ¿Qué chingados tiene que ver la música con esto? Últimamente se ha puesto de moda la world music, se reconoce la calidad y el valor de la música creada en otros lados del mundo. Amplía nuestras ideas podemos conocer, aunque sea un poco, diversas culturas y etnias. Nos hace conscientes.
Estos son los nuevos principios rectores de mi vida. Pueden retomarlos o verlos como meras suposiciones que, a fin de cuentas, los hará reflexionar y con eso, ya gané. Dudas, sugerencias y quejas serán bien recibidas en: maximus.judas@gmail.com
por Alejandro Rossette
Regresé. Me tomé unas vacaciones del tipo “espiritual”. No salí de la ciudad y sin embargo encontré todo totalmente distinto. No es cuestión de las circunstancias, todo está en la actitud mental. ¿Qué me ayudó? La música. Irremediablemente mi vida esta ligada a ella, no vivo por ella, soy uno con ella.
Energía. La siento cuando camino por la calle mientras canto “Jumpin´ Jack Flash” (The Rolling Stones). Lo hago y me siento, en palabras de mi abuela, “La Chucha Cuerera”. Es tomar energía de todo, transformarla y devolverla al lugar del que la tomamos. Lejos de una invitación a la arrogancia, es asumir lo que eres y darte el valor. ¡Créetela!
Tranquilidad. Antonio Carlos Jobim por las noches. Bossa-nova para descansar al final del día o Jazz para reflexionar en un café por las tardes. Me encanta pedir un “Frapuccino mocha venti sin crema batida”, me siento como James Bond y su “Vodka martini agitado, no revuelto”. Tranquilidad para reflexionar y crear. Sólo mientras estás tranquilo puedes hacer una introspección de tu vida, acompañado de unos cigarros y un delicioso expresso.
Alegría. El chill-out comienza a tomar fuerza como género musical, independizándose de la “electrónica”. Para una plática con amigos que hace tiempo no veías, una cena o, como hago yo, para relajarme sin perder conciencia y quedarme dormido. Beats ralentizados y melódicos que son capaces de crear un excelente ambiente, imaginar tu propio mundo y dejar las cosas a lado por unos instantes.
Armonía. Hace algunos años, un científico japonés realizó experimentos con música, palabras y hielo. Los cristales formados variaban según el género musical al que era expuesto el líquido. Él descubrió que el agua reacciona a las ondas sonoras, sin importar su origen y siendo perceptibles o no al oído humano. Ahora, si tomamos en cuenta que nosotros estamos constituidos, aproximadamente, por agua en un 70%, ¿Qué pasará con nosotros?
Semanas antes de saber esto, llegó a mis manos por “causalidad” (no confundir con “casualidad”) un CD de cantos tibetanos. Al escucharlo me sentí conectado y en armonía con un Todo. Puedes reconocer como todo tu ser se encuentra en equilibrio, el cauce natural del Universo. Estupideces o no, lo cierto es qué después de escuchar los cánticos la energía cambia y la actitud también.
Riesgo. Conocer gente nueva, hacer cosas que normalmente no hacíamos. Aceptar compromisos y explotar nuestra caja de creencias. Salir de nuestra “cama”, o zona de confort, requiere mucho valor. Requiere también de música con fuerza. AC/DC, Soundgarden, Jimi Hendrix, Weezer y T. Rex son algunas sugerencias. Intérpretes disímbolos pero llenos de potentes riffs que invitan a la aventura. Escalas pentatónicas que te llaman e impulsan a brincar sin saber donde caeremos. Ese es el riesgo.
Conciencia. Todos somos parte del Universo. John Milton, autor inglés de la época victoriana, afirmó que “Ningún hombre es una isla”. Tiene razón. “La energía generada por el aleteo de una mariposa en América aumentará exponencialmente hasta iniciar un tifón en el otro lado del mundo”, indica la teoría del Caos.
Conciencia implica saber que nuestras acciones, palabras y pensamientos no son hechos aislados. Son como piedras que arrojas a un lago, las ondas crecen y trascienden. ¿Qué chingados tiene que ver la música con esto? Últimamente se ha puesto de moda la world music, se reconoce la calidad y el valor de la música creada en otros lados del mundo. Amplía nuestras ideas podemos conocer, aunque sea un poco, diversas culturas y etnias. Nos hace conscientes.
Estos son los nuevos principios rectores de mi vida. Pueden retomarlos o verlos como meras suposiciones que, a fin de cuentas, los hará reflexionar y con eso, ya gané. Dudas, sugerencias y quejas serán bien recibidas en: maximus.judas@gmail.com
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