¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
Por alguna extraña razón la ciencia ficción, cómo género literario, siempre ha sido menospreciada. Jules Verne padeció esta especie de intolerancia y con toda seguridad puedo decir que más de un crítico lo catalogó como desquiciado y que escribía bajo la influencia del opio.
Lo curioso de esto es que la misma ciencia ficción ha servido como referencia para el futuro. Los viajes espaciales y paseos lunares del autor francés descritos en sus obras, del siglo XIV, son antecedentes de las misiones de la guerra espacial a en la década de los sesenta. El régimen Nazi también fue predecido en sus libros, así como la bomba atómica, tanques de guerra y otras más. ¿Habrían existido esos artefactos sin la imaginación de Verne?
Del padre de la ciencia ficción, pasamos al ícono por excelencia: Isaac Asimov. Escritor y biólogo ruso nacionalizado estadounidense, el autor propone un futuro dónde robots (Palabra de origen checo, "robota", que significa servidumbre, trabajo forzado, o esclavitud.) y humanos coexisten de manera, hasta cierto punto, pacífica.
Los humanos construyen a los androides para servirles, realizan los peores trabajos y están regidos por las “Leyes de la Robótica”, creada por el mismo autor, en las que se establece que los autómatas protegerán la vida del ser humano ante todo.
Sí, la convivencia pacífica entre ambas partes suena linda, podría pecar de ingenua, y hasta utópica. Sin embargo, en un sistema de castas siempre habrá una rebelión de los sectores inferiores, en este caso los robots. El ejemplo literario es “Yo, Robot” de Asimos donde el planteamiento central es la ejecución de la “Ley Zero”, “Un robot no debe herir a la humanidad, o pasivamente, permitir que la humanidad sufra daño”, al punto de aislar a los humanos para que ellos mismos no se hagan daño.
Como mencioné antes, la realidad supera a la ficción y en el Proyecto Universidad Milenio de las Naciones Unidas ya se examina la forma en la que humanos y robots se relacionarán en el futuro. Uno de sus escenarios de análisis, nominalmente puesto en el año 3000, fue llamado “La ascensión y caída del Imperio Robot”. Transcribo la situación planteada:
Los robots evolucionaron como los humanos y se volvieron filósofos, bufones, políticos, oradores, actores, maestros, acróbatas, artistas, poetas y pastores de los menos adeptos humanos. La sociedad tuvo un nuevo sistema de castas, y los humanos se convirtieron en una raza tolerada y de alguna manera menospreciada por las máquinas que pudieron desplazarlos y mejorarlos en cualquier medida de fuerza, vitalidad, velocidad y resistencia.
El argumento más importante hecho en la aplicación de la tecnología genética para mejorar el desempeño de los humanos mental y físicamente fue “nosotros tenemos que mantenernos a la par con los robots”.
Con los recursos escaseando, la selección natural y artificial comenzó a operar en una manera seria, distribuyendo los recursos disponibles entre aquellos entes que eran los más aptos para explotarlos, en su mayor parte, los robots. ¿Cómo pudieron los humanos retomar el control? La respuesta fue usar la ingenuidad humana, la creatividad, ocultismo, dedicación y distracción. Tomo algún tiempo, pero funcionó. Esto al final comenzó a estabilizar la población de robots.
Hasta ese punto, la ciencia ficción pinta un bonito futuro para la sociedad. En la época de la posguerra, y durante la guerra fría, el futurismo es una realidad y se convierte en el “American way of life”. Amas de casa sonrientes que sirven la cena a sus esposos que llegan rendidos después de una ajetreada jornada laboral. Dicho sea de paso, la comida fue preparada por un ejército de electrodomésticos autómatas. ¿Recuerdan a “Los Supersónicos”?
Es en esos años, 1955 específicamente, que se publica “Lotería solar”. El autor es un joven llamado Philip Kindred Dick, originario de EUA, que reniega de la sociedad norteamericana de la posguerra y lo refleja en su obra. Plantea futuros distópicos y decadentes donde el humano es el único causante de su desgracia.
Philip es a la ciencia ficción lo que Bukowski a la realidad. Personajes solitarios y desmoralizados que han perdido todo y cuestionan su propia existencia. Aman de mala gana y odian arrepentidos de hacerlo. Muy humano diría yo.
Desde pequeño, el autor tenia visiones. Como adulto, estas aumentaron considerablemente después de que DIck, bajo los influjos del pentotal sódico por la extracción de una muela del juicio, observó el dije de la chica que le entregaba las medicinas. La forma del colgante, a lo que él llamo “vesícula Piscis” era la vesica piscis, símbolo de los cristianos.
En ellas, tenía visiones de rayos láser y patrones geométricos. Después tenía visualizaciones de Jesucristo y la Antigua Roma. Incluso tenía una doble vida, según él, una como Philip K. Dick y otra como Tomás, un cristiano perseguido por los romanos en el siglo I DC. Aumentó la duración y frecuenta de éstas “revelaciones”, al punto de establecer contacto con una divinidad llamado VALIS (Vast Active Living Intelligence System), que usaba lo que él denominó un "estímulo desinhibidor" para predisponer a los sujetos a la comunicación, en su caso la vesícula Piscis.
El gran aficionado a las anfetaminas negó que sus libros fueran producto de ellas. Ganó algunos premios como el Hugo y el John W. Campbell Memorial, aunque no se reconoció su trascendencia en la literatura hasta después de su muerte en 1982.
Su obra es vasta y, cabe mencionar, es uno de los autores de ciencia ficción con más adaptaciones, de sus relatos y novelas, para guiones cinematográficos. “Total recall”, “Minority report”, “Paycheck” y “A scanner darkly”, esta última por estrenarse. Sin embargo, la más reconocida y, desde mi punto de vista, mejor lograda es “Blade runner” dirigida por Riddley Scott y basada en el libro, de 1968, “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”
Enero 3 de 1992. Rick Deckard, caza-recompensas, se levanta y tiene una breve discusión con su esposa. En ese futuro, nuestros estados de ánimo pueden ser manejados por un extraño invento llamado “Órgano de ánimos”. Con un botón podemos ir de “alegría” a “esperanza” para llegar a “ira”, pasando por “depresiones culposas” y la compleja “conciencia e las múltiples posibilidades que el futro ofrece y renovadas esperanzas”.
La Tierra ya fue devastada por la “Gran Guerra Terminal” y la mayoría de los sobrevivientes han escapado a las colonias lunares. El resto, los infértiles y “escoria humana”, se han quedado en este planeta post-apocalíptico y radioactivo donde debes usar protectores genitales de plomo por la radiación.
La vida es terrible y amenazadora. Las formas de vida vegetales murieron y con ellas muchas especies animales. Afortunadamente existen las réplicas de estos y puedes comprar una serpiente, un búho o una oveja eléctrica que, de no ser por las entrañas, jurarías que sabe deliciosa como barbacoa.
En este muy probable futuro, donde el gobierno pasa a niveles irrelevantes y las grandes corporaciones transnacionales tecnológicas mandan, también se replican humanos. Los “replicantes” son robots creados a imagen del ser humano. Desempeñan las peores labores aquí en el planeta como en las colonias lunares. Mineros, meseros, prostitutas y demás ocupaciones. Son la minoría del futuro.
Llega un momento en todo sistema de castas en el que los niveles “inferiores” se rebelan. Roy Blaty es un replicante modelo “nexus-6”, lo más avanzado en droides que ha fabricado la Rosen Co. Dotados de fuerza superior a la humana y diseñados por encargo, son capaces de manifestar emociones y sentimientos, mucho más de lo que podría hacer un “nexus-5”.
Así pues, Blaty encabeza la huída, de la Luna, de algunos androides con la intención de reunirse con su creador y que les de más tiempo de vida. En el trayecto un humano muere y es ahí cuando Rick Deckard entra en acción. Sí, ese es su oficio: rastrear y retirar andrillos (término despectivo similar al “nigger”) infractores de la ley.
Quizá, la descripción no es el mayor mérito del libro, pero sí lo es la facilidad con la que te envuelve en el ambiente de la distopía. Desde los primeros capítulos te recuerda a las novelas policíacas y “film noir”, de los años cuarenta, aderezadas con luces neón donde Humprey Bogart era el antihéroe. ¿Y la dama en problemas que busca la ayuda, y brazos, del protagonista? Rachel Rosen.
Durante la investigación, y como favor personal, Deckard visita las instalaciones de la Corporación Rosen. Ahí debe determinar las diferencias entre un humano y un “nexus-6”, la prueba Voigt-Kampff será aplicada a Rachel Rosen. ¡Dios! Él sabe que es una replicante y no le importa, se enamoró de ella desde que la vió y por eso tardo tanto en aceptar que no era humana.
Definitivamente, se pueden tener relaciones sexuales con un robot y es más, se puede recrear ese ambiente romántico, pero ¿Cómo amar a un robot? ¿Se puede enamorar uno de algún robot? la empatía es necesaria para que surjan ambos sentimientos. Un andrillo no la conoce, nunca ayudaría a una tortuga boca arriba, bajo el sol. Quizá, los únicos seres por los que un replicante siente empatía son otros replicantes.
Deckard ha comenzado a cuestionarse acerca de su existencia. ¿Será posible qué el sea un replicante? Sólo eres capaz de reconocer en otras personas, lo que ves en ti. Él es capaz de sentir alegría, de comer y reflexionar, incluso, y como dije antes, de enamorarse y amar, dejando en entredicho al amor como signo inequívoco de humanidad.
La ciencia ficción esta prohibida, curiosamente. La interpretación que le doy a este hecho es sencilla: “No hay futuro”. Revistas “pulp” y escritos de este género están vetados, ya no se puede soñar, la esperanza ha sido reducida a la nada y se refleja en esta prohibición. Desde su origen la ciencia ficción nos proyecta hacia un mejor futuro, dice que todo puede ser mejor y ahora…
Como suele ocurrir, la ficción supera a la realidad y los planteamientos de este libro, publicado en 1968, tienen gran vigencia. Podemos ver cada caza recompensas en un “minuteman”, inmigrantes asesinados en cada “andrillo” retirado. Total pérdida de la esperanza y la solución fácil a todos los problemas.
La tecnología no ha alanzado los niveles descritos en el libro, pero si deja claro que existe ya una “deshumanización”. Si nos fijamos bien, nosotros mismos actuamos como robots. Vamos en automático por la vida. Expresamos emociones pero no somos plenamente concientes de la repercusión de nuestros actos y palabras.
Vamos en la calle matando, simbólicamente, a todos los que piensan diferente, a los que se rebelan contra el sistema o, mejor dicho, no se compran la mierda de las personas. Así funcionamos: “Yo compro tu mierda, tu compras la mía y vivimos engañados”. Preferimos dar excusas estúpidas que, sencillamente, responder: “No quiero”.
Buscamos a la oveja eléctrica. La más cara y bonita, la más fácil de conseguir. Nos engañamos, porque no sabemos distinguir lo auténtico de la imitación burda. El amor no se salva, buscamos la satisfacción en la pareja y no entendemos, o negamos, que el amor no es como nosotros lo damos. Buscamos las cosas en el cielo y las tenemos en la nariz.
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