Mar 9, 2007

De la tolerancia...



Es probable que sufra un infarto en unos años. No practico ejercicio, como a deshoras y mis alimentos podrían tener cualquier adjetivo menos el de “balanceados y saludables”. Hay días en los que me malpaso y/o solo bebo café y fumo. Claro que también existen esas temporadas en las que no toco ni un cigarro.

También es muy probable que padezca una fijación oral y que no pueda vivir sin tener un cigarro en la boca, por lo cual es casi imposible que pase un día sin morderme las uñas. De hecho es lo mismo si a cada rato comes dulces, hasta un chicle delata tu fijación.

Quizá, cuando termine de escribir esto y decida ir a casa (o cualquier otro lugar), un automóvil a gran velocidad me atropelle. Puede ser, incluso, que en uno de esos recurrentes asaltos sea herido y muera de una forma tan, tristemente, común.

En otro escenario, podría ser yo quien detuviera una bala perdida con la cabeza. En ese caso, no estaría de más usar un chaleco antibalas y/o un casco, por sí las dudas. Mejor no lo hago, mi columna vertebral podría dañarse y cargaría con un terrible dolor de espalda. En cualquier piso, hasta en el baño, podría resbalar y, en el peor de los casos, morir desnucado o terminar en estado vegetativo por semejante golpe.

En fin, soy una víctima más de la agitada vida citadina. Aunque, bueno, en realidad así lo he decidido.

Sería afortunado sí, durante una tormenta eléctrica, me cayera un rayo. Está comprobado, matemáticamente, que es más fácil ganar la lotería a que el mítico Zeus me queme el trasero por blasfemo. ¿Debería, acaso, encerrarme en una caja negra de avión para no morir en un accidente aéreo? No lo creo, la probabilidad no se equivoca y por tanto es justo decir que es más seguro viajar en avión que en automóvil.

Es un hecho: Fumar mata. Los coches y las balas también, ¿O debiéramos culpar a la velocidad, y por ende a la energía cinética? Los perros muerden, las bebidas alcohólicas, en exceso, causan cirrosis, los alimentos enlatados causan cáncer, el azúcar causa diabetes y la sal altera el ritmo cardiaco. Hasta un delicioso pollito rostizado puede ser mortal, se te sube el colesterol. En fin, existe una larga lista de las cosas que pueden “matar”.

Ahora, existen una tremenda cantidad de estudios que demuestran lo nocivo de fumar. Deteriora los pulmones (las fotografías no miente, parecen pasitas), merman la circulación de la sangre, genera mal aliento (una exnovia se rehusaba a besarme por el olor. ¡Increíble! ¿No que el amor mueve montañas?). El humo jode las encías y pone amarillos los dientes. La galanura se pierde.

Enfisema pulmonar, cáncer de tráquea y, ahora lo sé, de boca (claro, en conjunto con la saliva). Malformaciones del feto durante el embarazo y eso si lo logras ya que también causa infertilidad e impotencia sexual. De hecho, los hijos de fumadores son más susceptibles a la “muerte de cuna”. Es más, en México, provoca la muerte prematura de 25 mil personas al año y acorta la vida ocho años.

De cualquier manera seré parte de las estadísticas. Sin embargo, conozco los riesgos y no he dejado de hacerlo. Debo confesar que, irónicamente, cuando escucho las bondades de dejar tan terrible vicio, más se me antoja un cigarro. ¿Se han dado cuenta de que, regularmente, las mesas más animadas en cafés y bares son aquellas de la sección de fumadores? La terrible peste también es redituable.

Debo aclarar que no tengo nada en contra de los no fumadores. Prueba de ellos es que sugiero a las familias (particularmente cuando tienen niños pequeños) que vayan al área de no fumar y que abandonen la designada para aquellos que si fuman. ¿Qué persona inconciente pone a los bebés cerca del nocivo humo del cigarrillo? Señores, encárguense de sus hijos y yo me ocuparé de mis pulmones.

Particularmente recomiendo no fumar. En ocasiones me solidarizo con aquellos que han dejado tan mal hábito (no confundir con vicio), no fumo enfrente de ellos y hasta he negado un cigarro a quienes, según, ya no lo hacían. Sin embargo, hay algo que se le debe reconocer a los fumadores, pues en palabras del expresidente italiano Sandro Pertini:”De los fumadores podemos aprender la tolerancia: no conozco uno solo que se haya quejado de los no fumadores”. Y vaya que el sabía de tolerancia…

Después de comer, antes de ir al baño, al despertar o acompañado de un buen café o una cerveza. Sólo, acompañado, somnoliento o estresado, cualquier hora es buena para un cigarro. Para festejar, para llorar, no es necesaria una razón particular. ¿Qué me dicen de un cigarro después de hacer el amor? Simplemente delicioso.

Admito que conozco los riesgos de fumar. Aún así no lo dejaré, me gusta. Lo hago por decisión y por gusto, así como mi comida favorita. Me siento en el pleno derecho de hacerlo cuando me pegue la gana porque soy conciente y respeto a quienes no lo hacen. A final de cuentas, si no les gusta mi humo pueden decir: “¡Lárgate de aquí!”. Esa es su elección…

2 comments:

Nabilism said...

Pues sí, podemos morir de cualquier cosa y en cualquier momento, por accidente, destino o decisión propia (por un “habito” como el tuyo, el cual a veces es mi vicio, o por negligencia hacia nuestro ser). ¿Qué hay que hacer? Nada. Quien quiera una vida larga, cuídese y vívala al máximo, y al que no le importe la amplitud, pues que la viva aún mejor; pero por favor, nunca se hagan daño, ya sabrá cada quién lo que le convenga.
Si a usted, mon jeune Alejandro, no le daña el cigarro, entonces siga fumando y respetando, lo hará ser feliz.

Anonymous said...

que profundo jeje
me encanta como escribes aunque un poco fatalista o mas bien realista para mi gusto
la vida es ya bastante sufrida y angustiante como para retratarla no crees?
o sera que soy muy optimista y alegre jejeje.
saludos
karla